sábado, 17 de abril de 2010

Un buen actor






Al Pacino, se muestra estoico en el alma de un personaje que parece poseer absolutamente dominado en la dureza del ser humano como en la oscuridad de la perdida de la visión. Nos presenta un hombre en una gran lucha contradictoria inserta en las tinieblas del vivir; viejo y amargado por la subsistencia mísera que le entregaron los caminos fáciles de la vida que el mismo personaje, el coronel Frank Slade quiso elegir. Ya sin motivaciones y absorvido por la ceguera de un trágico accidente, comienza a vivir el clímax de su destino haciendo todas aquellas cosas que para él significaban detalles de una buena vida en compañía de un joven lazarillo, estudiante de sólidas bases éticas y morales, que le abrirá los verdaderos sentidos del alma y hará florecer toda la sabiduría y belleza que este retirado hombre del ejército había olvidado de su esencia.
A través de este film, quisiera citar al filósofo y científico René Descartes propuso en sus Meditaciones Metafísicas I:

Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero,
lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he
experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no
fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez.
Pero, aun dado que los sentidos nos engañan a veces, tocante a cosas mal
perceptibles o muy remotas, acaso hallemos otras muchas de las que no
podemos razonablemente dudar, aunque las conozcamos por su medio;
como, por ejemplo, que estoy aquí, sentado frente al fuego, con una bata
puesta y este papel en mis manos, o cosas por el estilo. Y ¿cómo negar que
estas manos y este cuerpo sean míos, si no es poniéndome a la altura de
esos insensatos, cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros
vapores de la bilis, que aseguran constantemente ser reyes, siendo muy
pobres, ir vestido de oro y púrpura, estando desnudos, o que se imaginan
ser cacharros, o tener el cuerpo de vidrio? Mas tales son los locos, y yo no
lo sería menos si me rigiera por su ejemplo.

Pues si bien, los sentidos nos puedes entregar el soporte para conocer y entender los temas del mundo, la verdad de las cosas sólo son comprobables si cobran sentido en nuestro propio interior, el personaje de Al Pacino oscila entre la muerte y lo que realmente importa para vivir la vida, encontrando un camino nuevo, esperanzador o absolutamente conmovible y sin duda, un profundo mensaje de vida para el ojo del espectador.

Espero comprender un día, los tempos como tú, Al.

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